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La primavera árabe y Ucrania

La primavera árabe y Ucrania

(Noticias Kikirikí).- Luego que un proceso político se desarrolla y adquiere nuevas y mayores dimensiones, la gente común se olvida de cómo se inició, de sus causas, los grupos y fuerzas lo impulsaron y quiénes eran los bandos en lucha. Este olvido conspira contra el análisis objetivo del proceso de que se trate y facilita la manipulación descarada, generalmente de quienes dominan el escenario noticioso en el mundo occidental donde vivimos. Recuerdo la llamada “primavera árabe”, a finales de 2010, la primera en Túnez y luego en Egipto y ambas terminaron con el derrocamiento de sus gobiernos. Parecían movimientos espontáneos en sus inicios, pero luego claramente influidos por fuerzas internas políticas y religiosas, que no necesariamente coincidían en los reclamos de libertades democráticas y cambios políticos, económicos y sociales favorables a las grandes mayorías.

También fueron influidos desde el exterior, una vez que la inteligencia estadounidense, inglesa e israelí, salieron del asombro inicial producido por  sucesos inesperados, si es que en verdad fueron sorprendidos por éstos y no éstos impulsados por ellos. En todo caso, las experiencias iniciales tunecinas y egipcias fueron de inmediato trasladadas a otros escenarios geográficos, ahora sí, sin ninguna duda, mediante la intervención directa de las entidades señaladas y de otras como la OTAN, a través de la contratación de mercenarios armados y entrenados militarmente, del estímulo de grupos religiosos fanáticos muy violentos, de la profundización de las diferencias tribales, étnicas y religiosas en los países objeto de estas acciones; del financiamiento de las movilizaciones de las protestas e, incluso, a través de la intervención militar directa cuando ésta fue posible, luego que la prensa internacional preparara al mundo para la misma.

El caso de Libia fue paradigmático en el sentido de la manipulación del mundo entero, que permitió y muchas veces aupó y festejó la organización y las ejecutorias de ejércitos mercenarios fuertemente armados, que en nombre de la libertad y la lucha contra la tiranía masacraron y destruyeron a toda una nación, siguiendo los intereses siempre bastardos de los países occidentales desarrollados. La situación de Libia hoy es más que suficiente, para que quienes apoyaron asesinatos y acciones genocidas, aceptando la excusa de la necesaria derrota de Gadafi, se den cuenta de la manipulación de que fueron víctimas por la prensa transnacional y el discurso “democrático y justiciero” de unos asesinos. Y esto no como un acto de arrepentimiento cristiano, que busca obtener la tranquilidad espiritual, sino como un acto consciente de aprendizaje que impida ser víctimas de nuevo de la propaganda.

Egipto también ha vivido una calvario desde la destitución del presidente Mubarak, la victoria electoral de los Hermanos Musulmanes y su caída a través de una acción militar, y esta ruta también ha sido seguida por Siria, donde los gobiernos europeos y estadounidense hablan sin rubor ninguno de armar a la oposición moderada, para salir del presidente Bashar al Assad, que recientemente, nos guste o no, obtuvo un respaldo electoral mayoritario de su pueblo, que es desechado criminalmente por los intereses imperiales de hoy. Allí están cientos de miles de desplazados de la guerra inventada por occidente. Desplazados que huyen no de las tropas oficiales sino de las atrocidades cometidas por los rebeldes. La última creación imperial ha sido la del llamado Estado Islámico, conjunto de mercenarios fanáticos y despiadados, armados y financiados, que pretenden lograr un estado genocida en Irak y Siria.

 El otro caso es el de Ucrania donde la gente no recuerda que, en noviembre pasado, su legítimo gobierno se negó a firmar el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Esto llevó a la organización desde el exterior de revueltas civiles violentas, con nutridas movilizaciones, que luego de unos tres meses de destrucción y sangre llevan al Parlamento de Ucrania a destituir al presidente Yanikóvich, modificar la Constitución y convocar elecciones anticipadas. La población del este y el sur ucraniano rechazaron esta suerte de golpe de Estado, no reconocieron al gobierno autoproclamado de Kiev y, a través de protestas multitudinarias, reivindicaron la federalización del país. Estas acciones fueron reprimidas violentamente por el ejército enviado por el gobierno ilegítimo, situación que llevó a la aparición de las autodefensas regionales. Si además recordamos que la mayoría de estos pobladores son rusos y que Crimea fue parte de Rusia hasta que Nikita Jrushchov en los cincuenta la cedió a Ucrania.

En todos los casos se aprecia que la desestabilización inicial de los gobiernos es producto de acciones interventoras de países bajo la égida estadounidense. ¿Qué ocurriría si movimientos como el de “los indignados”, ocurridos en Europa y en EEUU, algún gobierno extranjero les prestara financiamiento y los armara?

Fuente: Luis Fuenmayor Toro

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