5 de Abril conmemoración de la Revolución de los Orilleros
5 de Abril conmemoración de la Revolución de los Orilleros en Buenos Aires
(Noticias Kikirikí) La Revolución del 5 y 6 de abril de 1811 o Movimiento o Revolución de los orilleros o Revolución Quinti-sexta fue un golpe cívico militar producido en las Provincias Unidas del Río de la Plata por el cual el sector moderado partidario de Cornelio Saavedra, denominado saavedrista, se aseguró el control de la Junta Grande de gobierno eliminando a la minoría radical partidaria de Mariano Moreno, llamada morenista.
Tras la formación de la Junta Grande y la partida y muerte del secretario de la Primera Junta Mariano Moreno, el sector que lo seguía quedó en minoría en el nuevo ejecutivo, liderado por su presidente Cornelio Saavedra y los diputados Gregorio Funes y Manuel Felipe Molina.
Mientras el partido de los llamados saavedristas, considerado moderado o incluso conservador en objetivos y procedimientos, estaba más enraizados en la estructura de poder existente al controlar las principales unidades militares y la estructura municipal, su opositor, denominado de los morenistas, considerado más radical en sus métodos y en los tiempos y alcances que pretendían dar a la Revolución de Mayo, controlaban un regimiento y tenían inserción importante en la juventud de la ciudad de Buenos Aires. No obstante ser comparados habitualmente con los jacobinos de la Revolución francesa carecían de la inserción que estos tenían en la plebe a través de los sansculottes.
La Sociedad Patriótica
El 21 de marzo de 1811, en el café llamado de Marco, se formó la Sociedad Patriótica que nucleó la oposición a Saavedra, la «semilla del impío Moreno» como la llamara el presidente de la Junta:1
El lenguaje anticolonial y el tono firme de la revolución bien entendida, había llegado a hacerse tan reprobable para el presidente y su comitiva, como era criminal para los españoles; ellos decían que esto era volver al sistema de principios proscripto y castigado en la persona del doctor Moreno; que esto era envalentonar a los genios turbulentos, dar alas a los tribunos de la sociedad para continuar propagando sus doctrinas anárquicas o antisociales, y atraer sobre los pueblos una guerra interminable con los españoles.2
En una primera reacción, el gobierno autorizó a su presidente a detener a todas las personas denunciadas y sospechosas, las que serían juzgadas de manera sumaria por el mismo gobierno. Entre las denunciadas se contaban entre ocho y diez ciudadanos, pero como sospechosos fueron detenidos todos los que llevaban la insignia de la Sociedad, una cinta blanca y celeste, elegida para usar «una divisa diferente de la que cargan los españoles para combatir contra la revolución». A la una del día, hora en que empezó el proceso, había ya más de ochenta jóvenes detenidos en la galería norte del Fuerte de Buenos Aires. Sobreseídos al finalizar el día, la medida sólo sirvió para popularizar a la Sociedad Patriótica, que al anochecer del siguiente día reunió más de trescientas personas. Esto se repitió con «algazara y confusión» durante alrededor de una semana, lo que alimentó la idea de que se promovía una pueblada para derrocar al gobierno y apoderarse de las propiedades de los españoles.
En esas circunstancias se hizo público que el comandante del Regimiento N° 2 (Batallón de Arribeños), el cordobés Juan Bautista Bustos, aliado del deán Gregorio Funes, llegó a solicitar permiso al gobierno para disolver la Sociedad Patriótica a balazos. Para alejar la posibilidad de una represión abierta y directa, ésta resolvió entonces trasladarse a una sala en la calle de la Catedral, entre la Piedad y Cangallo, y presentar a la aprobación del gobierno su reglamento. Saavedra respondió felicitando públicamente a la Sociedad y alentándola a continuar sus tareas, con lo que a fines de marzo la supervivencia del reorganizado club político parecía garantizada. Incluso algunos de los miembros de la Junta, los diputados José Julián Pérez, Francisco de Gurruchaga, Juan Ignacio Gorriti y supuestamente el de La Rioja, Francisco Ortiz de Ocampo, se sumaron al partido de la Sociedad.
No obstante ninguna de las partes se engañaba. Saavedra temía y creía saber a ciencia cierta que los morenistas no se quedarían en el discurso y eventualmente intentarían hacerse con el poder.
Contaba con información interna lo que le permitía seguir sus movimientos y esperaba el levantamiento para reprimirlo, por lo que procuraba que sus tropas «estuvieran acuarteladas y vigilantes a fin de no ser sorprendidas».
La Sociedad Patriótica por su lado sólo contaba a ciencia cierta con el regimiento de Domingo French porque aunque no dudaba de las simpatías del Regimiento de Granaderos de Fernando VII, consideraban que su comandante, el coronel Florencio Terrada,
Por otro lado, mantenían contacto con el general Manuel Belgrano y con el representante Juan José Castelli, ambos vocales del gobierno, quienes comandaban los dos ejércitos de la revolución en operaciones. No obstante, el de Belgrano había quedado comprometido tras la Expedición de Belgrano al Paraguay y enfrentaba ahora su objetivo inicial, doblegar a las fuerzas realistas en la Banda Oriental, mientras que el de Castelli tenía al frente las fuerzas del general José Manuel de Goyeneche estacionadas en el río Desaguadero.