Noticias-kikirikí.- Por: Carlos Ramírez
Las palabras tienen su propio peso, su propia arbitrariedad, diremos que a veces, incluso, su propia brutalidad. Y los bolivarianos tenemos que hacernos cargo de lo que implica y no implica, para nosotros, la palabra Revolución. Específicamente, cuando significado pareciera implicar siempre a la violencia.
La RAE lo dice claramente. Una revolución es un «cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional». Y la bolivariana, que, si bien ha significado, sin lugar a dudas, un cambio profundo de la sociedad venezolana, ha estado muy lejos de ser un proceso violento. Pero claro, la palabra, inmediatamente nos pone ese sayo y resulta difícil escapar de él. Por eso es que celebro la forma en que Nicolás Maduro está enfrentando este nuevo proceso revolucionario. Pues, está tratando de separar la paja del trigo, despejando y removiendo, de la retórica revolucionaria, todos los atisbos que pudieran sugerir un llamado, o una excusa, a la violencia.
Porque si la violencia llama a la violencia, tenemos que ser extremadamente cuidadosos con la palabra revolución. Nicanor Parra, el antipoeta chileno, lo sintetiza perfectamente en estos versos: «REVOLUCIÓN REVOLUCIÓN/ cuántas contrarrevoluciones/se cometen en tu nombre».
Luego, creo que la renovación de lo revolucionario de la revolución, que promueve Maduro en su campaña, no solo va en el sentido correcto, sino que también es fundamental para alcanzar su propuesta de sentido político, para el nuevo período bolivariano que queremos consolidar: El de una paz social alcanzada, a partir del encuentro y del compromiso entre los venezolanos.
Ni la revolución bolivariana de Maduro, ni la de Chávez, fueron procesos violentos. Pero Maduro quiere enfatizar claramente la dimensión pacífica de sus cambios revolucionarios. Lo dice la RAE, una revolución, no siempre, solo generalmente, es violenta. Y si bien es rápida, no por eso va a ser «a la rápida». Dicho de otro modo, lo revolucionario de la revolución francesa no es su violencia, sino el cambio que significó el triunfo de la burguesía como sujeto histórico después de la monarquía, y la revolución neolítica, que demoró 3 mil años, solo es «breve» si se pone en perspectiva que el paleolítico duró un par de millones de años.
La violencia y la temporalidad son dimensiones suficientes, no necesarias, en las revoluciones. Y Maduro quiere enfatizar en el proceso revolucionario venezolano, el cambio, la paz social y el llamado al encuentro entre los venezolanos, como fundamentos de su propia versión de la revolución. Los bolivarianos debemos sentirnos implicados y conmovidos por ese llamado.