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La capacidad de manipular el cerebro con solo un rayo de luz

La cosa es así. El ratón está tranquilo en su celda, camina, va y viene. No tiene mucho que hacer, da vueltas por el espacio diminuto. Hay un cable conectado a su cerebro, pero no le molesta porque cuelga holgadamente desde arriba. Ninguna sustancia química llegará por allí, tampoco electricidad; solo luz blanca. Alguien enciende el interruptor. La luz entra en su cabeza; inmediatamente, el ratón se paraliza. El procedimiento no ha detenido sus funciones motoras ni lo ha adormecido. El ratón no está físicamente incapacitado de moverse. Su parálisis de estatua se debe a aquello que está recordando. Un episodio terrible del pasado —previamente codificado—, acaba de volver a él por efecto de la luz (un rayo láser que, por cierto, él no ve). Y lo atormenta. El animal solo vuelve a moverse cuando el interruptor vuelve a la posición original: cuando alguien apaga la luz.

Lo que están haciendo con ese ratón se llama optogenética, un método fantástico que consiste en usar la luz para activar neuronas elegidas, a través de un cable de fibra óptica implantado en el cráneo del roedor. La optogenética fue posible gracias al hallazgo de una proteína sensible a luz presente en las algas —ChR2, la que permite que estas se replieguen hacia las sombras ni bien llega la luz del sol— que pudo ser insertada en el cerebro gracias a la ingeniería genética, para usarse como disparador de neuronas. Durante décadas, los científicos de la mente han probado diversos modos de manipulación de células cerebrales, buscando activar o anular determinadas poblaciones de neuronas para así analizar qué función desempeñan. Desde el retiro de parte de la masa cerebral (pobres macacos) y el congelamiento de porciones cerebrales, hasta la moderna implantación de toxinas para eliminar neuronas, pasando por estimulación eléctrica, estos métodos han resultado problemáticos porque terminan incidiendo en más regiones de las que se quiere analizar. La optogenética, en cambio, lograba la proeza colocar un interruptor de encendido / apagado en el cerebro. Eso abrió muchas puertas. En uno de los más recientes experimentos optogenéticos, se probó el mecanismo con redes de neuronas vinculadas a la respuesta agresiva en roedores; el resultado fue digno de Tarantino: cuando la luz llegaba, los tranquilos ratones se volvían salvajes: se ponían a morder objetos (pequeños juguetes, tapitas, ratones robots) y se comían los grillos puestos allí. La noticia fue recogida por la prensa: “Científicos convierten a ratones en asesinos sin piedad usando rayos láser”.

Hace unos años, el científico Xu Liu y su equipo se propusieron usar esta tecnología novedosa para abordar una de las cuestiones más antiguas de la ciencia de la mente: ¿el recuerdo de algo que vivimos está en alguna parte? ¿Puede verse, localizarse como quien detecta un punto en el mapa? Y si esto es así, ¿puede una memoria volver a nuestra mente solo con la activación de las células que la conforman? La optogenética se presentaba como un método ideal para evaluar esta posibilidad, al permitir escoger neuronas y activarlas muy rápido, a la velocidad de la luz.

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