Cortázar y su incursión en el territorio del adversario
(Noticias Kikirikí).-La cultura impuesta por los medios extranjeros fue uno de los temas criticados por el escritor Julio Cortázar, quien hizo un llamado a la intelectualidad a incorporarse en las causas políticas en favor de las luchas de los pueblos, ante la hegemonía del imperialismo y sus empresas transnacionales de comunicación.
En respuesta a una entrevista hecha por la periodista argentina Rita Guibert, corresponsal para la revista estadounidense Life, y ante la práctica de que los escritores expresan sus ideas «en publicaciones que pertenecen a su mismo campo ideológico», Cortázar hace la aclaratoria de que su aparición en el número del 7 de abril de 1969, más que una colaboración, fue «una incursión en el terreno adversario».
El escritor, nacido el 26 de agosto de 1914, fundamenta su desconfianza en revistas como Life al reflexionar que «por más democráticas y avanzadas que pretendan ser, han servido, sirven y servirán a la causa del imperialismo», afirmación sobre la que expone sus ideas sobre la cultura impuesta por los medios de comunicación extranjeros en la región, en su escrito «Incursión en el territorio enemigo. En respuesta a la revista Life».
«El capitalismo norteamericano ha comprendido que su colonización cultural en América Latina —punta de lanza por excelencia para la colonización económica y política— exigía procedimientos más sutiles e inteligentes que los utilizados en otros tiempos», explica el autor de Rayuela (1963), y denuncia que para tal fin el imperialismo se sirve de instituciones y personas en el terreno intelectual.
«Hay algo de diabólico en este aprovechamiento de las buenas voluntades, de las complicidades inconscientes en las que caen tantos hombres a quienes la difusión de la cultura les sigue pareciendo ingenuamente el mejor camino hacia la paz y el progreso», sostiene.
Pone un ejemplo del «verdadero rostro que se oculta tras la máscara» al citar al número de la revista del 11 de marzo de 1968, la cual «en la cubierta, soldados norvietnameses ilustran una loable voluntad de información objetiva; en el interior Jorge Luis Borges habla larga y bellamente de su vida y de su obra; en la contratapa, por fin, asoma la verdadera cara: un anuncio de Coca Cola».
«La tapa es la máscara, la contratapa es el verdadero rostro mirando hacia América Latina», resalta y explica a su vez que «La buena voluntad de Life puede ser en ese sentido tan diabólica como la más agresiva de las actitudes del Departamento de Estado, e incluso más en la medida en que muchos de sus redactores y la gran mayoría de sus lectores creen sin duda en la utilidad democrática y cultural de sus páginas».
Ante este esquema, que ilustra un campo simbólico para el control social y de relaciones geopolíticas de poder, con el cual «el capitalismo yanqui se vale de Life como de tantas otras cosas para sus fines últimos, que requieren la colonización cultural que facilite la colonización económica de América Latina», el escritor hace un llamado a la intelectualidad para que se sume a la causa latinoamericana.
Denuncia que «el neocolonialismo norteamericano disfrazado de ayuda al Tercer Mundo, Alianza para el progreso, decenio para el desarrollo y otras boinas verdes de esa calaña me es todavía más odioso porque miente en cada etapa, finge la democracia que niega cotidianamente a sus ciudadanos negros, gasta millones en una política cultural y artística destinada a fabricar una imagen paternal y generosa en la imaginación de las masas desposeídas e ingenuas».
Cortázar, quien al principio de su carrera como escritor manifestó una mayor expresión artística que política, luego de la Revolución Cubana se inclinó abiertamente hacia la causa libertaria de Latinoamérica. «Desligar la obra de toda militancia es dar la espalda a nuestros pueblos en nombre de supuestos valores absolutos», dice en Nicaragua tan violentamente dulce (1983).
Su compromiso como creador lo llevó a apoyar la liberación de los presos políticos, como lo hizo con los recursos generados por su obra Libro de Manuel (1973), los cuales donó al Frente unificado de la resistencia chilena, además de su colaboración con la causa sandinista en Nicaragua y la Revolución Cubana, compromiso patente en el relato «Reunión», del libro Todos los fuegos el fuego (1966) y su «Carta abierta a Roberto Fernández Retamar», publicada en Último round (1969).
En su incursión en el territorio de Life, Cortázar, oportunamente, hace un llamado a los intelectuales a sumarse en la lucha contra los mecanismos hegemónicos de las transnacionales mediáticas y bajar de sus torres de marfil «habitadas en todos sus pisos y hasta en la azotea por una raza de escribas que se horripila de cualquier acto extraliterario dentro de la literatura».
Dentro de su reflexión, el escritor fallecido en 1984 y que este 26 de agosto cumple 101 años de su natalicio, sostiene que el libro como obra ha dejado de ser literario para constituirse en «una de las armas (estética o política o ambas cosas, pues cada cual debe hacer lo que le dé la gana mientras lo haga bien) que todavía puede defendernos del autogenocidio universal en el que colaboran alegremente la mayoría de las futuras víctimas».
Dicho texto, incluido en la selección Testimonios de una escritura política (2014), publicada por la Fundación Editorial El Perro y La Rana, es un documento esencial que expresa el compromiso del escritor, en su rol de quien quita el velo para que otros vean de qué va el mundo.
«Mientras haya colonizadores y gorilas en nuestros países, la lucha por una literatura latinoamericana debe ser —en su terreno espiritual, lingüístico y estético— la misma lucha que en tantos otros terrenos se está librando para acabar con el imperialismo que nos envilece y nos enajena», dice el gran cronopio.