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Thomas Harvey, el ladrón del cerebro de Einstein

(Noticias-Kikiriki) .- Tras la muerte del famoso físico de la historia, Albert Einstein, el patólogo responsable de su autopsia extrajo el cerebro del genio, lo pesó, y luego, sin decírselo a nadie, lo diseccionó, lo introdujo en formol y se lo llevó a escondidas en varios tarros.

“A Harvey le costó medio siglo, su carrera y su matrimonio para poder realizar el estudio científico”.

Einstein fue considerado el científico más conocido y popular del siglo XX. Casi nadie entendía la relatividad, pero todo el mundo conocía a su padre. Su peinado excéntrico, su bigote blanco y su lengua fuera ocupaban portadas de revistas y posters.

Él, consciente de ello, sabía que su muerte se convertiría en un evento planetario y su cadáver, en una reliquia venerada. De ahí que, en sus últimos meses de vida, pidiera que su cuerpo fuese incinerado en la intimidad familiar y sus cenizas esparcidas en un río antes de que los medios de comunicación se hiciesen eco de su muerte.

Sus últimos deseos se cumplieron. Sin embargo, Thomas Harvey de 43 años, se llevó a escondidas el cerebro y luego le confesó todo al hijo de Albert Einstein, Hans Einstein. Le explicó que, aunque aquello podía ciertamente verse como un robo, era más bien parte de un experimento científico. Estaba claro que su padre había sido un hombre intelectualmente excepcional, y quizá la clave de esa excepción estaba ahí, en alguna parte de su encéfalo. Su hijo accedió bajo la promesa de que le daría un uso exclusivamente científico.

Al Hospital de Princeton no le gustó la idea de que uno de sus trabajadores fuese por ahí robando cerebros, por célebres que estos fueran, y le despidió en el acto. A Harvey le costó medio siglo, su carrera y su matrimonio, para finalmente lograr cumplir la promesa que le hiciera a Hans.

El de Diamond fue el primer estudio sobre el cerebro del genio, exactamente 30 años después de su robo, aunque lo cierto es que no fue tomado muy en serio. El único artículo considerado científico al respecto se publicó en 1999, en la prestigiosa revista Lancet, con el título de “El excepcional cerebro de Albert Einstein”. Basándose en fotografías realizadas por el propio Harvey durante la autopsia, los investigadores concluyeron que los lóbulos parietales de Einstein presentaban una morfología ‘atípica’. A la misma conclusión llegaría otro equipo de neurólogos, de la Universidad de Florida, en un reciente estudio de 2012.

Harvey murió el 5 de abril de 2007, a los 94 años, y los trozos de cerebro que aún conservaba fueron a parar a sus herederos. Tres años después, estos los donaron al Museo Nacional de Salud y Medicina, donde pueden verse hasta la fecha.

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