Las células normales obedecen a las señales que reciben de nuestro organismo que les dicen cuándo dividirse, cuándo mantenerse latentes y cuándo morir. Así, una célula sana puede dividirse y dar lugar a células hijas idénticas, a las que transmite esta información y que, por tanto, responderán y se comportarán de la misma manera que ella.
Sin embargo, en algunas ocasiones, la información contenida en estas células puede sufrir alteraciones que las vuelven insensibles a estas señales de control. Estas modificaciones, conocidas como mutaciones, pueden ser producidas por factores ambientales, como la exposición a ciertos químicos, genéticos o tener un origen desconocido.
En cualquier caso, las mutaciones provocan que estas células se vuelvan sordas a las señales de control de nuestro organismo y comiencen a dividirse de forma descontrolada. Se convierten así en lo que conocemos como células tumorales, que forman unas estructuras que denominamos tumores. Si estos tumores son malignos, dan paso al cáncer.
Las «vecinas malas» de una comunidad celular
Si las células tumorales ya no escuchan las señales de control de nuestro cuerpo, ¿significa que son independientes y no necesitan al resto de células del órgano donde se encuentra el tumor?
Por supuesto que no. Los tumores viven en una comunidad de vecinos: el microambiente tumoral. Además, las células tumorales no son como quienes ni saludan en el ascensor: no pueden permanecer calladas. Es más, no podrían sobrevivir si no se comunicaran con las células normales que las rodean y forman parte de su ecosistema. Eso sí, el diálogo que establecen con las células sanas vecinas es para usarlas en su propio beneficio. Este es el secreto de su supervivencia.
Los tumores manipulan a las células vecinas de su microambiente y las ponen a su servicio. Así el tumor podrá sobrevivir en condiciones adversas y el cáncer, crecer y expandirse.
Si un tumor crece mucho y muy rápido, las células que se encuentran en el centro no tendrán acceso a nutrientes y morirán de hambre. Eso podría desencadenar una reacción en cadena que haría peligrar la supervivencia de las células tumorales.
Camuflaje y manipulación
¿Cómo escapa el tumor de esta situación? Pues va a casa de un vecino y le pide sal.
Bueno, en realidad lo que les dice a las células sanas colindantes es: «Quiero que creéis nuevos vasos sanguíneos que traigan nutrientes a las células tumorales que lo necesiten». A este proceso se le conoce como angiogénesis, y es característico de los cánceres más invasivos.